XCaret, septiembre 2008
Vale, y ahora… Decirme si alguna
mamá puede decir en voz alta esta frase sin sentirse como Pinocho. Antes de
quedarme embarazada, era fácil. Bueno, quizá había situaciones que te hacían sentirte
un poco insegura, como un examen o una entrevista de trabajo, pero salías
airosa sin demasiados problemas. Pero desde que supe que iba a ser mamá… No ha
habido libro ni consejos que me preparasen para seguir siendo una mujer segura
de mí misma y de mis decisiones.
Primero, la matrona me dio un libro
en el que se explicaban los síntomas del embarazo y a pesar de saber que era lo
normal, iba cayendo en cada uno de ellos. El primer trimestre las dudas porque
aún no sientes nada y el embarazo no parece real. Para los que me seguís desde
el primer día, sabréis que nos costó casi dos años quedarnos embarazados; y
después de que el médico nos dijese que sólo teníamos un 30 % de posibilidades
de tener un niño, me pasé los primeros meses deseando notar sus pataditas y
muerta de miedo por si lo perdía. Crees que las dudas se acabarán cuando lo
tengas en brazos, lo puedas abrazar y proteger; pero, al menos, en mi caso,
aunque me siento infinitamente más tranquila y segura viéndolos, la confianza en
mis decisiones ha mermado muchísimo, al menos, en lo que afectan a la crianza.
A ver si os suena una de estas
situaciones: tu bebé recién nacido o de pocos meses, aún os estáis cogiendo el
tranquillo el uno al otro, empieza a llorar y una de las personas que ha ido a visitaros
te dice, sin ninguna mala intención, que le abrigues porque tiene frío. Pero
otra te dice que necesita el chupete para relajarse. Y llega una tercera para
sugerirte que le des de comer. Tú te vuelves loca, creías que sólo necesitaba
que le abrazases y le arrullases, notar tu cariño, pero ya no sabes si estás en
lo cierto o a quién hacer caso.
El bebé crece,
come cada pocas horas de noche, así que decides dejar su cuna en tu cuarto para
no despejarte cada vez que le das el pecho. Pero tus amigos te dicen que lo
estás mal acostumbrando y tu pediatra que tienes una “mala higiene del sueño”.
Y tú te preguntas si estarás anteponiendo tu descanso a sus necesidades, si
siendo tan pequeño algo así le puede afectar de verdad en sus hábitos de sueño.
Y cuando está
aprendiendo a comer y empieza a tomar alimentos sólidos… Un pediatra te dice
que no puede tomar productos potencialmente alergénicos como fresas o mariscos
antes de los tres años. Pero el de tu mejor amiga le ha dicho que puede tomar
de todo desde los 9 meses, siempre y cuando se lo vayas introduciendo poco a
poco para ver si le sienta mal. Y tu padre pone cara de susto e incredulidad
cuando le cuentas que el médico te ha dicho que no puede comer pescado azul
porque puede tener mucho mercurio. Y tú ya no sabes qué darle.
¿Os suena? Pues para los que aún
tenéis un bebé os diré que las dudas no desaparecen. La elección del colegio es
una pesadilla; y peor aún, la espera hasta que te dicen si ha entrado. Y
después, las extraescolares. Durante los primeros años de su vida son como
esponjas, lo aprenden todo sin esfuerzo y has oído que la música y el ajedrez
ayudan mucho al desarrollo del cerebro. Pero no puedes dejar de lado los
idiomas, ¿sólo inglés? Ahora se está poniendo muy de moda el chino… Y tienen que
hacer alguna actividad física y como vives junto a la costa crees
imprescindible que aprenda a nadar. Pero sólo tiene tres años, acaba de empezar
el colegio, sale medio dormida porque no tiene tiempo de echar la siesta y
tampoco quieres saturarla. ¿Qué hacer entonces? ¿La apuntas a alguna clase? En
caso de que así sea, ¿cuál es la más importante?
Pero tranquilos, que no os digo todo
esto desde un punto de vista negativo, y es que creo que esas dudas son las que
nos hacen ser unos padres y madres estupendos. Las decisiones que tomemos serán
las correctas porque las haremos desde el cariño y con la cabeza. Está bien
escuchar a los demás porque podemos aprender de sus experiencias. Es más,
cuanto más escuchemos y más leamos, más cuenta nos daremos de que no hay una
única forma correcta de hacer las cosas. También debemos pensar que pocas
decisiones son irremediables, casi todas pueden cambiarse.
Personalmente me gusta educar a mis
chiquitines desde la base de la rutina, firmeza y cariño, mucho cariño. No siempre
es fácil y alguna vez la paciencia se me acaba y acabo gritando o haciendo algo
de lo que me arrepiento, como un castigo desproporcionado. Pero en el día a
día, en casa, tenemos claro lo básico y creo que conseguimos transmitírselo. Y
eso me gusta. Después de mamá, papá, sí y no la siguiente palabra de Silvia fue
“to”. Para los que os habéis perdido el post en el que lo mencionaba, todos los
días, al cambiarle el pañal, casi desde que nació le decía “te quiero todo,
todo y todo”, hasta que un día cuando empecé la frase: “te quiero…” no me dio
tiempo a terminarla porque ella se me adelantó con un “toooooo”. Y su profesora
de guardería me decía que cuando no conseguía dormirse la siesta siempre le
decía: “no me voy a dormir, pero te quiero mucho”. Es una niña cariñosa,
educada, obediente, ordenada, que come de todo y juega con todos los niños que
encuentra. Sergio es un niño. Debo reconocer que es algo más rebelde y con
prontos más marcados que los que tenía su hermana a su edad, pero es
sorprendentemente ordenado para tener sólo 19 meses y lo más cariñoso que hay
sobre la tierra.
Pero ¿queréis saber cuál es el
comentario que más me gusta de todos cuantos oigo? Lo felices que se les ve.
¿Acaso no es lo que todos queremos para nuestros niños? ¿Qué estén sanos,
fuertes y que sean muy felices? Esto no es difícil de conseguir. Créedme,
aunque parezca imposible, si tratamos a nuestros hijos con respeto y cariño e
intentamos tener las conductas que tanto deseamos que ellos sigan para ser
buenos ejemplos. Si tenemos el valor de pedirles perdón cuando es necesario
ellos aprenderán la humildad que se necesita para disculparse sin pensar que es
un signo de debilidad. Si les hablamos con propiedad, les explicamos las cosas
de forma sencilla, pero sin mentiras y ocultamientos y les animamos a preguntar
estaremos incentivando su curiosidad y aprendizaje. Lo sé, es difícil. A mí
también se me escapa algún “porque sí”, pero en frío y razonadamente siempre le
digo que nunca se conforme con esas respuestas. Os prometo que todo se les
queda porque hace un par de días se me escapó un “porque sí” y mi hija me soltó
un “porque sí no, mamá”. No pude por menos que reírme y contestar a lo que me
había preguntado.
Así que si admitís un consejo de
esta desconocida que está aprendiendo a ser mamá y mejor persona cada día desde
hace tres años, lo mejor que podéis hacer es tener claro los valores que le
queréis inculcar y la clase de persona que queréis que sea. Si tenéis esto
claro, lo siguiente que tenéis que hacer es planear la forma de transmitírselo,
decidir las normas de vuestra casa (pocas, pero firmes) y mostraros tal y como
sois con ellos. Compartid vuestros hobbies y no los infravaloréis, son mucho
más listos y capaces de lo que nos creemos. A mí me sorprenden cada día. Dejad que
hagan lo mismo con vosotros y todo saldrá bien.