jueves, 26 de febrero de 2015

Malditos conductores inconscientes


       
          Para hoy tenía preparado un post muy diferente, que comenzaba, como todos los viernes con una cita, pero lo he pospuesto por una desagradable experiencia que tuve el miércoles por la noche, cuando volvía de clase de música con mis hijos en el coche: ¿adivináis de qué se trata? Estoy hasta las narices de los conductores inconscientes que van por la carretera como si ellos fuesen los únicos. Estoy harta de ver en el Facebook diagramas de rotondas en los que se enseña que si vas por un carril interior y hay un coche en el exterior, ¡no puedes salir! Me da igual que tengas prisa, me da igual que haya 5 salidas con 3 carriles cada una, ¡que no! ¡Que no es un carril de cada salida para uno de los carriles de la rotonda! Que los carriles interiores son para que la circulación sea más fluida, pero si hay un coche en el exterior te toca dar otra vuelta a la rotonda, hasta que no haya nadie interfiriendo. Igual que cuando quieres adelantar en una recta: si hay un coche que viene en sentido contrario, no te metes en su carril, ¿no? Bueno, claro, algún cafre se acaba metiendo y luego les extraña estrellarse.

        No sé si en toda España será como aquí; desde luego, en Roma sé que también es un problema. En León es uno muy gordo. Se empeñan en quitar semáforos y poner rotondas, que deberían agilizar la circulación, pero lo que no dicen es que aumentan el número de accidentes laterales de todos los que quieren salir “caiga quien caiga”. Y, sí, hablo con conocimiento de causa y los datos están en el hospital. Llegan un montón de traumas por esto. Pero vamos a ver, señores, si quieren salir y ven un coche, ¿por qué lo intentan? ¿Qué pretenden? ¿Qué frene el que va por el carril exterior, entorpeciendo el sentido circular y arriesgándose a que le den por detrás? ¿Me ofrecen alguna otra opción? Porque la siguiente y más común es golpe al canto.

        El miércoles nos libramos por los pelos. Salgo de una calle de doble carril directamente a una rotonda, siempre por el carril exterior, porque me da pánico no encontrar el momento para salir y a la tercera vuelta me mareo. Un coche azul oscuro va por mi izquierda. Llevo a mis dos niños, lo que más quiero en el mundo entero, en el coche y la famosa pegatina “Bebé a bordo” en la luna trasera. Parece que ésta ha pasado a ser algo ignorado. Claro que quien no valora una vida, ¿por qué iba a tener más aprecio con la de un bebé? Mi objetivo, la tercera salida. Al parecer, el del coche azul, la primera. Normalmente entro a paso pulga, previendo a estos ignorantes de la conducción. En esta ocasión, entré como me correspondía, entre 40-50 km./h. Estoy tan nerviosa, porque escribo el post nada más llegar a casa como terapia para desahogar, que ya ni recuerdo si entré en segunda o tercera. Sé que estaba acelerando porque acabábamos de dejar el semáforo, es decir, estaba en el proceso siguiente al arranque. Le vi por el retrovisor, con el rabillo del ojo. No me dio tiempo ni a pitarle porque estaba demasiado ocupada frenando. Sólo me salió un grito: “¡Pero vamos a ver!” (Por suerte no hubo ningún taco que mis retoños escuchasen, que bastante susto se dieron ya). Eso sí, he de reconocer al impresentable que al menos levantase la mano en señal de disculpa. Tan sólo minutos antes, en esa misma rotonda, mientras esperaba a que la mayor saliera de su extraescolar vi a otro indecente hacer una maniobra similar y encima levantar un dedito nada educado al conductor que había tenido que frenar en medio de la rotonda con el consiguiente pitido del que iba por detrás.

        Señores, si desconocen cómo funcionan las rotondas, fíjense al menos en unas lucecitas muy significativas que tienen los coches: se ponen intermitentes y cuando se encienden en la parte izquierda quiere decir que ese coche va a seguir por la rotonda, es decir, que si usted va por el carril interior le va a cortar el camino. Su solución no es acelerar para ver si consigue cruzar porque lo más probable es que acabe como los camicaces que cada verano mueren atropellados por un tren al cruzar por las vías en lugar de por el paso a nivel. ¡Conchos! Que los pasos y las normas están para algo, que si les apetece jugarse la vida lo hagan haciendo puenting y no poniendo en peligro la de los demás. El uso de intermitentes es casi inexistente. Me asusta pensar en el bajo porcentaje de conductores que los utilizan. Estoy harta de esperar ante una rotonda y que cinco coches seguidos salgan en la salida anterior a la mía y yo siga esperando porque no han señalado que iban a hacerlo. Para los que me pitan en ese momento les diré que cuando quiero jugar a algo lo hago a la lotería y vista mi suerte, paso de arriesgarme en la adivinanza de si pasarán por delante de mí o saldrán antes. Me espero y punto.

        A todos esos ignorantes que no usan los intermitentes, que no se fijan o ignoran los intermitentes de los demás y que no tienen idea de para qué sirve una rotonda o cómo circular por ella, me encantaría recomendarles que volviesen a la autoescuela. Pero dado el elevado número de coches de autoescuela que veo haciendo lo mismo, me parece que el consejo caería en saco roto, así que les animo a seguir las normas de la DGT.

        Es realmente triste e irritante y te provoca una gran sensación de impotencia estar haciendo las cosas correctamente, volver tan tranquila con tus hijos de sus clases y oír a tu niña quejándose de la barriga por un frenazo que gracias a Dios os ha salvado de un choque cuyo golpe iba directo a ella.

        Y, en ese sentido, quiero recordaros la importancia de los sistemas de seguridad. Por favor, no os sirváis de ninguna excusa para no abrochar el cinturón de los pequeños, para no ponerles en su silla homologada. Vengo totalmente dolorida en toda la zona del cinturón, la espalda y el cuello. Silvia viene quejándose de la barriga porque su silla incluye un componente, que es una especie de airbag más duro que se coloca sobre su barriga y que queda sujeto con el cinturón de seguridad. No me gustó nada cuando lo compramos porque es una niña muy calurosa y en verano lo pasa mal. Va muy encajada y desde fuera parece incómodo. Pero con la seguridad no se juega. Cuando la compramos era la silla mejor valorada en este sentido y eso era lo único que nos importaba. Sergio aún es muy pequeño para quejarse, pero ya te vienes preocupada por si tienen alguna contractura. Parece que están bien y por ello felicito y agradezco con toda mi alma a los inventores de los sistemas de seguridad del coche para los niños.

        Nunca se insiste lo suficiente en la importancia de llevar a los más pequeños e indefensos bien sujetos. Muchos accidentes tienen lugar en trayectos cortos.

Con lo que se habla del afán recaudatorio, yo dejaría de preocuparme tanto por las velocidades máximas, especialmente en autovías y autopistas, por invertir en radares y en poner multas en la zona azul, que es un peñazo que si vas a aparcar cinco minutos para recoger algo tienes que pagar el mínimo, que es bastante más. Y que si necesitas estar 2 horas y 5 minutos, y pasan justo a las dos horas ya te cayó multa aunque hubieses pagado religiosamente las primeras dos horas. Y pagaría guardias de tráfico que estuviesen en puntos negros, en rotondas y en zonas infantiles y pondría una pedazo multa, que parece que es lo único que duele a esos cafres que no se preocupan de la vida de los demás, a todos aquellos que pongan en riesgo a alguna persona. No está demostrado que ir a 140 km/h. te vaya a provocar un accidente; sólo que si lo tienes el golpe es más peligroso. En cambio, sí está demostrado que saltarse un semáforo, pasar por un paso de cebra mientras pasan peatones o salir de una rotonda envistiendo a otro coche, son situaciones de alto riesgo; entonces, ¿por qué eso no se vigila más?

        Me encantaría llamar la atención de todos aquellos que no respetan las normas de circulación, pero dudo que, a estas alturas, hagan caso a nadie. Así que sí, me gustaría apelar a la DGT para que se preocupe más de todas esas burradas que de vez en cuando nos sacan en los telediarios desde un helicóptero. Todos nos quedamos horrorizados y con la boca abierta cuando vemos un camión invadiendo una mediana para dar la vuelta en medio de una autopista. No necesitamos que nos escandalicen, sino que nos protejan de esos cabra-locas. Por favor, inviertan en sueldos para guardias civiles que se sitúen en zonas de riesgo más que en vigilantes de zona azul. De una multa gorda pueden sacar mucho más dinero y el beneficio para el resto de la población sería inconmensurable porque salvar vidas sí es importante.

        Gracias a mi obsesión por la seguridad, por seguir las normas y por tener la cabeza fría y no haberme empeñado en cabezonerías tontas como haber seguido por mi carril cuando era evidente que el otro coche estaba apunto de envestirme, esta vez no ha pasado nada. Si consideramos nada, al susto que nos hemos llevado los tres y al dolor que tengo por todo mi cuerpo.

        Espero que todos los que me seguís, seáis conductores responsables. Y espero que si alguno no ha valorado como se merecen los sistemas de seguridad infantiles a partir de ahora lo hagan porque si los niños no llegan a estar con el cinturón abrochado habrían salido disparados. No me quiero poner fatalista, quiero pensar que el golpe no habría sido muy grave, pero los dolores que tengo me recuerdan lo que pudo pasar y no paso. Por favor, por favor, por favor, poneros los cinturones de seguridad, abrochad siempre a los niños y respetad las normas de seguridad.

martes, 24 de febrero de 2015

Santa's Workshop, escrito por Peter Lippman



Hacía mucho que no os presentaba ningún libro y empezaba a sentirme un poco rara, ya que nosotros leemos una media de 3 o 4 al día. En cuanto termino de desayunar ya están pidiendo que coja uno de la estantería para que se lo cuente. Como son historias breves, nos suele dar tiempo a dos o tres. Y el cuento de por la noche es sagrado, así que llevamos una buena lista, que quiero compartir con vosotros. Es difícil encontrar recomendaciones de libros para niños y las clasificaciones por edad muchas veces están orientadas a que no se coman el cuento o a que ya puedan leerlo, en lugar de por la historia en sí. En mi caso, siempre que os hable de uno os diré cuándo lo compramos nosotros y por qué.

“Santa’s Workshop” es un libro navideño que cuenta los preparativos que se realizan en el taller de Papá Noel la noche antes de Navidad. Es apto para todos, con un tamaño fácil de sujetar por los más pequeños y una preciosa historia contada en forma de versos. Está en inglés y lo podéis encontrar en una de mis páginas favoritas:


        Lo único malo de esta web es que a veces ponen precios disparatados a libros, no sé si por error técnico, pero podéis entrar en otro momento a ver si ya lo han rectificado o comprarlo de segunda mano. No puedo recomendar esta última opción porque aunque me consta que los libros para adultos están en buenas condiciones los dos que compramos para niños estaban destrozados. Por supuesto, yo no pagaría los 50,96 € que pone que cuesta hoy; de hecho, me he llevado una gran sorpresa al buscarlo en play para poneros el enlace. Cuando yo lo cogí, en octubre de 2011, me costó 11.55 €:

01 Oct 2011
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261474497
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€11.55
Santa's Workshop - Peter Lippman (Books)
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        Estoy enamorada de este cuento. Me encanta el formato y la historia. Es como una casita, con su chimenea, sus ventanas y su puerta, que al abrirla, nos lleva a ese mágico mundo de la imaginación.

 


Se lo compré a Silvia cuando tenía 10 meses. Me gustó el formato porque me recordaba mucho a un libro/castillo que tenía de pequeña y que aún conservo, por desgracia, tan destrozadito como han dejado mis peques éste. Las hojas son de cartón duro y, al ser pequeñito, es fácil de sujetar por los más pequeños; sin embargo, la unión entre ellas es bastante enclenque por lo que resultan muy fáciles de romper y quedaros, como me ha pasado a mí, con las páginas sueltas y sujetas con celo. Por más que cuidemos los libros, los bebés se empeñan en manipularlos hasta su destrucción. La primera vez que esto me pasó me puse súper triste, ya que para mí son algo sagrado. De hecho, me pareció que la Bestia hacía el mejor regalo a Bella (hablo de la película de Disney, La Bella y la Bestia) cuando le ofrecía esa enorme biblioteca. Ahora he asumido que si quiero despertar su amor por la lectura tengo que dejarles tocarlos libremente. Aunque eso sí, los que más me gustan y los más frágiles los tengo en las baldas altas para verlos juntos.

        Me parece un regalo perfecto y un bonito recuerdo útil para cuando nuestros hijos crezcan, por eso quería coger otro para Sergio. Cuando yo lo busqué para él, el único de Peter Lippman, con este formato, que no tenía un precio disparatado era “The enchanted castle”, que si bien es monísimo, la historia no me acaba de conquistar, es una versión de La Bella Durmiente protagonizada por gatitos. Ahora los dos tienen su cuento/casita. Como los gustos cambian según los niños os dejo, por si no lo habéis encontrado, el enlace de la web a los libros infantiles de Petter Lippman, donde podéis ver otras historias, como el arca de Noé: