viernes, 13 de junio de 2014

La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión


           
           Vivimos en una sociedad consumista en la que uno de los grandes mercados son los niños en general y los bebes en particular. Las Navidades y las comuniones vienen precedidas por constantes anuncios de juguetes; y las grandes superficies han añadido a las listas de boda, las de bautizo.

            Y a pesar de todo y, una vez más, esto no es algo nuevo de nuestros tiempos. Cuando yo hice la comunión, aquello ya parecía una boda: un vestido blanco con can can y velo, toda la familia reunida en un restaurante y un montón de regalos… ¿Os suena la frase: “20 regalos y el niño jugando con los papeles”? Mi hermana pequeña tiene una docena de fotos con su juguete favorito de unas Navidades: una enorme caja de cartón. Ninguno recordamos qué juguete vendría dentro, pero sí lo mucho que dio de sí la caja; sirvió de casita, de coche, de escondite…

            Como veis, no es algo nuevo, aunque es verdad que cada vez nos bombardean con más y más publicidad. Importamos las baby showers, la educación que premia el buen comportamiento con regalos y llegamos a extremos en el que los niños no valoran lo que tienen. Hace poco leí un artículo, de la revista online a la que estoy suscrita Ser Padres, que remití a mi hermana porque me pareció que podía, en cierto modo, sentirse identificada: “Pon una PANK en tu vida”  (http://www.serpadres.es/familia/vida-en-familia/145345-tia-educacion-familia.html); en él se habla de las tías profesionales sin hijos que invierten mucho dinero en sus sobrinos, a los que colman de regalos. Ya no son sólo los abuelos los que “malcrían” a sus nietos, sino que probablemente porque cada vez tenemos menos niños y los tenemos más tarde, cada vez que llega un retoño a la familia todos se involucran y le llenan de regalos en cada visita.

            Creo que no somos conscientes hasta qué punto tienen cosas que no son ni de lejos necesarias, hasta que se van haciendo mayores y tenemos que hacer hueco a todo lo que ya no usan. Más que un mercadillo podríamos llenar una tienda. Nos venden como necesarios, casi imprescindibles, objetos muy discutibles como la famosa y cara de mantener papelera de pañales. Y cuando van dejando de ser bebés y se van convirtiendo en niños, esto no cambia. El verano pasado, con dos añitos y sin comprarle ni una prenda de ropa, mi niña se juntó con 30 conjuntos!!!!!!!!!

            Los papás también nos involucramos cada vez más en su educación, donde las presiones no son menores. Antes tener una carrera y estudiar inglés era más que suficiente. Ahora nos venden juguetes para desarrollar las habilidades motrices finas, las gruesas, para desarrollar la inteligencia, la memoria, para iniciarlos en la música y el deporte… y sólo con comprarles uno de cada categoría llenamos la casa.

            Y en esto, como en muchas otras cosas, los niños son unos grandes maestros. Sólo tenemos que fijarnos en cuáles son sus juegos favoritos. En el parque y en casa, solos o con sus amiguitos, lo que más les gusta a mis pequeños es jugar al “monstruo”, que consiste en que un padre les persiga. Podríamos decir que es la versión del pilla pilla para los más pequeños. Las cosquillas les vuelven locos. Y la pelota hinchable que nos regalaron de propaganda y que estaba perdida en un cajón fue su gran descubrimiento del último fin de semana. Cocinar con ellos, hacer una maraca con una botella de agua vacía y unos macarrones o pintar con los dedos son las cosas que más les puede gustar hacer en casa. Y cuando podemos salir, llevarlos a la piscina o de excursión. Siempre que le pregunto a mi niña qué quiere hacer su respuesta varía poco y siempre implica una actividad en la que su padre o yo estamos muy presentes y normalmente ni menciona los juguetes.
             Es difícil alejarse del estilo de vida consumista al que nos hemos acostumbrado. Nosotros hemos empezado por guardar las cositas que nos van pasando la familia y los amigos para ofrecérselas como recompensas cuando se portan bien. Intentamos recuperar juegos de nuestra niñez, que les encantan y con los que se mueven, como el corro de la patata, dónde están las llaves, la gallinita ciega, la comba, saltar la goma... Y siempre que podemos, organizamos una excursión. Sé que no guardan recuerdos como los adultos, pero también estoy convencida de que las cosas que hacen de pequeños les ayudan a formar su carácter. Hay muchas cosas que les pueden llamar la atención y que nos permiten pasar un divertido día fuera. Si tenéis un tiempo tan estupendo como el que gozamos aquí este fin de semana, os propongo una salida a la playa, un parque acuático o, si no tenéis ninguno cerca, como me pasa a mí, un lago o una playa fluvial son dos estupendas opciones. Que paséis un gran fin de semana y, si podéis, nos encantaría leer cómo han sido vuestras excursiones.

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