Susanita tiene
un ratón, un ratón chiquitín
Que come
chocolate, turrón y bolitas de anís
Duerme cerca del
radiador, con la almohada en los pies
Y sueña que es
un gran campeón, jugando al ajedrez
Le gusta el
cine, el fútbol y el teatro,
Baila salsa y
rock & roll
Y si llegamos, y
ve que le observamos
Siempre nos
canta esta canción…
Susanita tiene
un ratón, un ratón chiquitín…
Siempre que oigo esta canción pienso en mi madre. No sé cuándo me la
cantaba, o si la oía mientras calmaba a mis hermanas pequeñas, pero tengo muy
claro que forma parte de mi infancia y que ese recuerdo tiene que ver con ella.
Es la primera canción que canto a mis niños cuando se van a dormir y cada vez
que lo hago, sin excepción, siento como si estuviese conmigo. Veo perfectamente
su cara, sonriendo, y me siento segura y querida, convencida de que les
transmito todo eso a los pequeños de la siguiente generación.
Y entonces les miro y a mí también se me escapa una sonrisa. Qué
preciados son esos pequeños momentos que forman parte del día a día de nuestra
infancia... Esas sensaciones y emociones ligadas a una canción o un olor, que
permanecen guardados en nuestra memoria y que vuelven a nosotros, no como la
primera vez, sino con una intensidad multiplicada por el paso de los años. Es
enormemente gratificante poder compartir con tus hijos lo que te enseñaron tus
padres.
A mí, personalmente me llena de cariño recordar cómo me demostraban lo
mucho que me querían cada día. Cada uno a su manera, pero ambos de forma
constante, fiable. Sabía que pasase lo que pasase podía acudir a ellos en
cualquier momento y por cualquier asunto. Eso es lo más importante que quiero
transmitir a mis hijos, que les quiero por encima de todo, y que siempre podrán
contar conmigo. Por ello, repito con ellos los momentos que más recuerdo de mi
niñez.
Mi padre, hombre de semblante serio y pocas palabras, no muy dado a
contar cuentos, hacía algo, sin embargo, igual de importante o significativo,
arroparme cada noche. Puede parecer una nimiedad, pero para los niños es
fundamental la seguridad y eso era exactamente lo que sentía sabiendo que antes
de dormirme o incluso aunque ya me hubiese quedado dormida, mi padre
entraría por la puerta y me daría un beso con cariño; aunque le hubiese
gritado, aunque estuviese enfadado, cansado o hubiese tenido un mal día en el
trabajo. Hay una frase que le adjudico y es que “un padre tiene que serlo 24
horas al día, 365 días al año”. Por eso, pase lo que pase,
por muy enfadada que esté, incluso si están castigados sin cuento ni canciones,
cada noche, arropo a mis niños, les doy un beso y les digo que ocurra lo que ocurra
les querré siempre.
De mi madre heredé la pasión por las manualidades y las actividades que
ella hacía con nosotras y que yo repito con mis niños: cocinar con ellos,
ayudarles con los deberes, cantar…. Hay tres canciones infantiles que me
recuerdan especialmente a ella; a pesar de no visualizarla cantándomelas, sé
que lo hacía. "Susanita tiene un ratón" es la primera. El próximo miércoles os
revelaré la segunda. Espero veros por aquí y que vuestros hijos disfruten
también de las melodías de nuestra infancia.
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