viernes, 27 de junio de 2014

Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta. Aristóteles


            Creo firmemente en la importancia de inculcar buenos hábitos en nuestros hijos. Muchas veces nos quejamos de que son desordenados, cabezones, de sus rabietas cuando están cansados… pero no siempre empleamos el tiempo necesario en moldear sus hábitos. De todos es sabido que los niños se fijan en lo que hacemos, no en lo que decimos, pero es mucho más fácil decirles qué es lo correcto que hacerlo nosotros. Nadie pretende que cambiemos todos nuestros hábitos, pero deberíamos moldearlos todo lo posible para que se aproximen a la clase de persona que queremos ser y especialmente a la clase de persona que queremos que nuestros hijos sean.

            Hay infinidad de rutinas que les podemos enseñar desde que son muy pequeños para que aprendan a ser ordenados, constantes y responsables. Independientemente de si tienen un carácter inquieto, de si son unos “trastos” o les encanta tirarlo todo al suelo, con nuestra ayuda podemos dar forma a ese lienzo en blanco que son nuestros hijos y enseñarles a tener una conducta adecuada, que limará su carácter. No se trata de controlarlos ni pretendemos cambiarlos, pero de igual modo que les enseñamos el lenguaje, tan necesario para pensar, a veces nos olvidamos de que una rutina sana es igual de importante para tener una vida plena y satisfactoria. Podemos ayudarle en sus estudios, aunque no hacerle más inteligente. Del mismo modo, no vamos a cambiar su personalidad, pero sí podemos ayudarle a tener hábitos saludables.

            Los niños son como pequeños monitos que imitan todo cuanto tienen a su alrededor, especialmente a sus padres, a los que adoran, y no digamos ya a sus hermanos mayores. Por ello, es muy importante que nos vean hacer todo aquello que consideremos importante que ellos hagan el día de mañana. Mantener una rutina es fundamental, pero a veces olvidamos que esto no se ciñe a horarios y clases, sino a lavarse las manos SIEMPRE antes de comer y los dientes, después; a guardar los zapatos en el zapatero y el abrigo en el perchero nada más llegar a casa; a pedir las cosas por favor y dar las gracias; a poner y quitar la mesa; a que recojan sus juguetes… y todo esto no tiene por qué ser un drama. Nosotros compramos un perchero infantil porque al llegar a casa nuestra niña intentaba colgar el abrigo, como hacíamos nosotros y, claro, no llegaba. Ahora los dos cuelgan sus abrigos. Al peque, de año y medio, aún hay que ayudarle, pero va interiorizando la rutina. Y, de hecho, desde que ha llegado el calor, es él el que antes de salir se toca la cabeza y dice “goga” (gorra), si nos hemos olvidado de cogérsela. Y se va directamente al perchero a por ella.

            La primera vez que guardó los zapatos en el zapatero montamos una fiesta, le aplaudimos, le llamamos campeón… nunca hemos tenido que pedírselo. Tampoco hizo falta decirle que recogiese su plato después de comer porque lo pedía al ver a su hermana. Y eso que aún es tan canijo que tenemos que acompañarle porque no llega y tenemos que cogerle un poco y elevarle para que él lo suelte ya dentro del fregadero.

            Recuerdo perfectamente una etapa cansada, de esas en las que a penas te dejan dormir por las noches y no paran durante el día en que abusaba de la televisión; me horrorizaba pensar las horas que estaba encendida en casa, así que me propuse hacer descansos con libros y apagar el aparato. Qué recuerdos de aquel anuncio en el que aparecía un padre leyendo un periódico en un sofá y su hija se ponía al lado con un libro, porque eso es exactamente lo que pasó, que mi hija no me pidió el mando ni señaló la tele, sino que se fue directamente a por un libro y se sentó a mi lado.

            Se dice que los niños son cada vez más sedentarios, pero seamos sinceros, ¿a qué niño no le gusta jugar con sus padres? ¿Y cuántos niños rechazan una tarde en la piscina con sus amigos? Puede que tengamos que ser nosotros los que los llevemos en bici al parque, de excursión a un río o celebremos el cumpleaños en un parque de bolas, en lugar de en un MC Donalds. Creo que muchas veces los sedentarios y con malos hábitos somos los padres, no nuestros hijos. Al menos en mi caso, si la televisión está encendida y les digo a los peques que me voy a  la calle, no tardan ni un segundo en saltar del sofá al zapatero.

            Así que si queremos niños sanos, educados y ordenados sólo tenemos que aprender a pasar nuestro tiempo libre con ellos en la calle, a comer todos juntos de forma adecuada, a hacer la cama al levantarnos, dejar cada cosa en su sitio… “sólo”. Sé que es muy difícil y que hay mil excusas válidas para saltarse cada uno de ellas, pero como hace un par de días dijo el director del colegio de mi niña en la reunión de bienvenida, “no pasa nada porque falten un día al colegio, pero en realidad sí pasa por el mensaje que les estamos transmitiendo”. Esto es cierto; ¿difícil de conseguir cada día durante todo el día? Mucho, pero creo que es el ideal al que tenemos que aspirar. Espero que paséis un gran fin de semana con vuestros niños y que los afortunados que no trabajéis les podáis llevar a la playa: nada mejor que pasear por la arena para formar correctamente la planta de los pies y jugar con ella para desarrollar la motricidad fina; y saltar las olas para hacer ejercicio y mejorar el equilibrio. Los que, como yo, no tengáis ninguna cerca, recordad que siempre hay algo divertido que hacer en el exterior: un río, un lago, un paseo en bici o triciclo, el parque, coger flores, saltar a la cuerda, tirarse una pelota hinchable (no hace daño y es más fácil de coger que las pelotas normales; y no explota como los globos)… y cuando estén completamente agotados, un bañito en la bañera, aprendiendo a enjabonarse y secarse y un buen libro antes de dormir.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo nuestro cansancio y comodidad entorpece en los buenos y sanos hábitos de los que luego nos quejamos cuando nuestros hijos carecen de ellos.
    Gracias por tantas reflexiones

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    1. Gracias a vosotros por apreciarlas. A veces olvidamos lo importante que es enseñar a nuestros hijos a superar su cansancio y a posponer sus ganas de jugar hasta que hayan terminado sus tareas. Porque es más cómodo recoger la mesa, que ayudarles a hacerlo ellos mismos. Recordemos ser buenos modelos o, al menos, más indulgentes cuando les veamos en un mal día o realmente agotados; siempre que estos sean los excepcionales, para que no se conviertan en malos hábitos

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