Hoy a las 10.00 se celebra el sorteo de
la letra. Para los que aún no sepáis qué es, os lo explico brevemente. Hay
demasiadas solicitudes en muchos colegios y la forma de decidir quién entra y
quién se queda fuera es con un sorteo en el que se elige una letra. Los niños
cuyo apellido empiecen por esa letra entran en primer lugar. Es decir, si sale
la R, los Rodríguez podrán elegir colegio; en cambio, los Pérez lo tienen crudo
porque se elige por orden alfabético desde la letra afortunada hasta el final
del alfabeto y continua por el comienzo.
Si vuestros hijos van a empezar el curso
escolar por primera vez en septiembre imagino que estaréis muy pendientes del
sorteo, especialmente si no tenéis ningún punto extra, es decir, si no tenéis
otro hijo en el centro elegido o sois antiguos alumnos, o con baja renta…
Puesto que la letra se utiliza para desempatar entre todos aquellos que tienen
los mismos puntos, es decir, los básicos que dan por vivir o trabajar en la
zona del colegio. Para los primerizos esto es un suplicio, especialmente si
tenéis muy claro dónde queréis que estudien vuestros hijos. ¿Mi recomendación?
Tener un plan B.
Hoy día elegir colegio es casi como que
te toque la lotería. Cada año, muchos niños se quedan fuera del centro que
habían elegido sus papás, lo que supone un gran disgusto. En la solicitud
debemos poner, al menos tres colegios que nos gusten, pero lo cierto es que si
nuestro hijo no entra en el primero, tampoco lo hará en los demás si ponemos
los más solicitados. Ante esta situación hay varias alternativas: poner como
segunda opción un colegio que no esté entre los más reclamados; aceptar el que
nos toque; o elegir un centro privado.
Después de una investigación exhaustiva
de los colegios de nuestra ciudad yo tenía muy claro cuál quería y pensar que
todo dependía de un sorteo, porque no teníamos ningún punto extra, me ponía
enferma. Soy bastante controladora así que necesitaba tener otra opción que no
dependiese de factores externos y, en León, la encontramos en Carlos María, un
centro oficial de educación infantil de 0 a 6 años. Si nos quedábamos sin
plazas, meteríamos a Silvia en esta escuela y al año siguiente lo intentaríamos
de nuevo en el colegio que queríamos. Por supuesto, esto implica un riesgo y es
que el pequeño no entre ninguno de los años que lo intentemos en el centro que
habíamos elegido, puesto que el curso en el que se entra más fácilmente es en
el primero ya que esos niños continúan, salvo imprevisto familiar, en los
posteriores, no dejando plazas libres para alumnos de otros colegios. Yo quería
pensar que si no entraba Silvia lo haría Sergio, que como sólo se llevan un
curso escolar no tenía que esperar mucho para averiguarlo. Y con un hermano
dentro, el otro entra seguro. Conozco alguna familia al que esta estrategia le
ha dado resultado. Y de todas las opciones que se me ocurrieron me pareció la
mejor porque estaba realmente convencida del centro que quería. Os la propongo
por si no se os había ocurrido.
Dicho esto, la espera se hace bastante
angustiosa. Lo mejor es ser optimista, pensar que con un poco de suerte sólo
vamos a tener que pasar por ella un año y centrarnos en el proceso de admisión.
Tenéis toda la información necesaria en el siguiente enlace: http://www.educa.jcyl.es/es/admision/curso-2015-2016-admision-alumnado
Debéis rellenar la solicitud de admisión
que encontréis y presentarla junto con la documentación requerida en el colegio
que hayáis elegido en primer lugar. No la presentéis en más de uno porque lo
consideran una trampa y os eliminan de la selección. Si pincháis en “Solicitud
de admisión 2015” y una vez allí, le dais a “Documentación a presentar” se abre
un documento en pdf en el que os explican todos los requisitos que os pueden
dar ventaja sobre los demás a la hora de entrar.
Tenéis desde el próximo martes 17 de
marzo hasta el 7 de abril para presentar todos los papeles necesarios en el
centro de vuestra elección. Después, debéis estar muy atentos porque el 8 de
mayo publican los listados de baremación y el plazo de reclamación es muy
cortito, del 9 al 13 de mayo. Por fin, el 19 de junio sacan las listas
definitivas de los niños admitidos y denegados. Y una vez más, hay que estar al
tanto porque el plazo de matrícula se reduce a 8 días, del 22 al 29 de junio.
En nuestro caso, ni mi marido ni yo
somos de León, ciudad en la que nos hemos establecido, así que lo primero que
hicimos fue tantear a familiares, amigos y conocidos, abrasándoles a preguntas
sobre el colegio de sus hijos para decidir cuál era el mejor para nosotros.
Nuestra prioridad era una enseñanza de calidad, pero valorábamos otras cosas.
Queríamos un colegio concertado porque queríamos que pasasen toda su vida
escolar en un mismo centro. Intentamos, como nos habían aconsejado, mirar las
notas de selectividad de los colegios, pero nunca nos enterábamos de cuándo
salían en los periódicos. Revisamos el ranking del mundo acerca de los cien
mejores colegios de España (http://www.elmundo.es/mejores-colegios.html),
aunque sólo por mirar porque como ya dijera Churchill “La única estadística en
la que creo es aquella que previamente he manipulado”. A nosotros lo que más
nos sirvió fue hablar con la gente, incluso con la que apenas conocíamos, como
otros padres del curso de natación o un poco más adelante, de la guardería. En
base a los comentarios, tanto positivos como negativos (hay que valorar todo lo
que te dicen porque lo que para otros puede ser algo malo a ti te puede venir
de perlas), nos quedamos con dos colegios: Maristas y Jesuitas.
El siguiente paso era ir a verlos. En el
primero nos dieron cita para visitarlo con el director. En Jesuitas establecen
jornadas en las que muestran el centro a grupos de padres. Para seros
completamente honesta, mi primera opción era Maristas, del que había oído dos
críticas: que eran demasiado exigentes, algo que a mí me parece fenomenal; y
que dejaban por el camino a los alumnos menos aventajados para no disminuir sus
notas de selectividad. Es algo que se decía de mi colegio, Asunción de Gijón, y
no era realmente así. Pero en la visita cambió todo bastante. El director nos
dijo claramente que no íbamos a entrar a no ser que tuviésemos suerte con el
sorteo. Mostró una completa desgana a la hora de enseñarnos el edificio. Las
aulas nos parecieron muy oscuras. Y el hecho de que sólo tuviese un pequeño
patio de cemento nos decepcionó bastante. Muy en segundo lugar tampoco jugó a
su favor la falta de información sobre el comedor, el hecho de que el
transporte escolar no pasase por nuestra zona y lo horrible que es aparcar en
pleno centro y a hora punta. Cuando llegamos a Jesuitas lo tuvimos claro en seguida.
Nos enseñaron todo el edificio, pudimos entrar en el comedor y hasta en las
cocinas; nos dijeron cómo funcionaba su innovador sistema para controlar que
cada alumno reciba la comida que le corresponde, teniendo especial cuidado con
los alérgicos; las aulas son muy luminosas; y el patio nos enamoró. Me
recordaba al que tanto había disfrutado de niña, aunque éste es incluso mayor:
una zona de juegos con columpios y arenero para los más pequeños que permanecen
así apartados de los mayores, campos de fútbol y jardines.
A nivel educativo considerábamos a los
dos colegios empatados. Y después de la visita tenía muy claro que quería
Jesuitas. Me pasé todo el año intentando encontrar una forma de encajar en esos
puntos extraordinarios para asegurarme la entrada, pero fue algo completamente
inútil; no cumplíamos los requisitos y no había nada que hacer. Y como no puedo
evitar ponerme nerviosa busqué un plan B: Carlos María. El sitio me encantó,
pero no nos engañemos, no me dejó más tranquila, yo quería que Silvia entrase a
la primera en Jesuitas. El sorteo de la letra nos favoreció bastante, pero no
era nada definitivo. Mi marido estaba seguro de que íbamos a tener suerte,
mientras que yo estuve en un sin vivir hasta junio, cuando por fin sacaron las
listas definitivas y… ¡sí, entramos! Pero por poco, a tres puestos de quedarnos
fuera. A pesar de que en el colegio nos habían dicho que en los últimos años
habían entrado casi todos los solicitantes os puedo asegurar que muchos
conocidos, sobre todo compañeros de guardería, acabaron, muy a su pesar, en
otro centro. Y todos me decían lo mismo, que no sabían si volver a intentarlo
este año. Normal, porque una vez que empiezan el colegio y se acostumbran a una
rutina, un profesor y hacen amigos, nos da pena cambiarlos, pero siempre
tenemos que pensar en lo que nosotros más valoramos porque ellos se adaptan
rápido.
En el caso de que no consigáis lo que
queréis, sólo os puedo remitir a las opciones que más arriba os he indicado.
Si, como nosotros, tenéis suerte, reconozco que respiré mucho mejor a partir de
ese día.
Este año nos toca seguir el proceso para
Sergio, pero ya con la tranquilidad de que su hermana está dentro y es casi
imposible que con esos puntos el peque se quede fuera. Aún así los nervios de
un trámite burocrático andan por ahí remoloneando y por ello seguiremos con
atención el sorteo de la letra de hoy y el mismo 17 entregaremos la solicitud
que ya tenemos en casa, junto con la documentación que exigen.
Espero que consigáis el centro que
queréis, sea cual sea, porque es una pena que algo tan importante como la
educación de nuestros hijos dependa de un sorteo. Aún recuerdo cuando obligaron
a los colegios concertados a reducir sus clases a la mitad de alumnos. Yo
estaba aún estudiando y desde la dirección pelearon cuanto pudieron para que,
en ese caso, les dejasen aumentar el número de aulas. Todos los intentos fueron
inútiles. Ni entonces, siendo una adolescente, ni ahora, que soy madre, puedo
entender que desde el Gobierno se justifique esto con el argumento de
garantizar una educación para todos. Apoyo la enseñanza pública, pero también
el derecho de los padres de decidir dónde y cómo quieren que se eduque a sus
hijos. Y, desde luego, no es lo que se está consiguiendo. Es una pena.
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