Manita de Silvia con 4 meses agarrando el pulgar de su papá
Hoy he decidido auto elogiarme
porque a veces ponemos el listón tan alto que es imposible cumplir nuestras
expectativas. No hay manera de hacerlo todo perfecto como padres porque por más
que oigamos que nuestras vidas cambian por completo cuando tenemos un niño, lo
cierto es que seguimos siendo nosotros mismos, y así es como debe de ser. Es
verdad, que intentamos corregir con más énfasis nuestras manías cuando vemos
que nuestros hijos las imitan, que tratamos de evitar los tacos, de fomentar en
ellos la lectura y el deporte… pero siempre habrá padres y madres más
deportistas, más lectores, forofos de la playa, de la montaña, aficionados al
teatro… No creo que haya una alternativa mala con tal de pensar un poco en
ellos a la hora de integrarlos en nuestro estilo de vida.
A veces nos preocupamos tanto de
llevarles al mejor colegio, aunque el segundo mejor nos quede media hora más
cerca de casa; de llevarles a todas las extraescolares recomendables, aunque nos
gastemos más dinero en gasolina que en unas vacaciones; de pasar las tardes
libres en el parque para que se divierta; de leerles un cuento en la cena, otro
en el baño y otro cuando se va a dormir; de enseñarles a dormir solos cuanto
antes porque nos han dicho que necesitan autonomía y que no es aconsejable
dormirles en brazos; de olvidarnos de darles el pecho porque le está costando
un poquito engancharse y coger peso… que nos amargamos la vida y, lo que no
vemos, es que eso repercute en ellos..
Puede que suene egoísta, pero lo
cierto es que los niños son felices cuando sus padres lo son; obviamente no me
estoy refiriendo a alguien que hace su vida de forma independiente a sus hijos
olvidándose de ellos; en mi blog siempre me dirijo a la inmensa mayoría de
madres y padres que se preocupan sobre manera de sus hijos y que desean siempre
lo mejor para ellos. Si un colegio nos queda al lado y el otro, en la otra
punta de la ciudad, tendremos que valorar si la diferencia de nivel educativo
merece la pena, porque el niño tendrá que madrugar más y nosotros nos veremos
obligados a perder una parte importante de la semana sentados al volante. No
hablo de valorar el dinero en gasolina o el gasto del coche, sino, el dormir
menos de los niños, o perder tiempo de juego el día antes para acostarse un
poquito más temprano, y no perder calidad de sueño, para empezar.
Hay personas que realmente odian el
parque porque les aburre o les pone nerviosos que sus hijos se puedan hacer
daño. Para el que no le guste leer, un cuento se puede hacer eterno. Y,
especialmente para las mamás, prescindir de tener al niño en brazos o darle el
pecho puede ser una auténtica tortura psicológica. En cada uno de esos casos,
existen una multitud de alternativas porque si estamos enfadados en el parque
porque nos aburrimos los niños disfrutarán mucho menos que si estamos de buen
humor compartiendo uno de nuestros hobbies con ellos. Obviamente, adaptándolos
a su edad.
Si nos gusta hacer senderismo, hay mochilas preparadas especialmente para
llevar a los niños a la espalda cuando estamos de ruta, que no tienen nada que
ver con los portabebés y que sirven hasta niños un poco grandecitos. También
hay carros con ruedas preparadas para el trekking. Y para los que se van
haciendo mayores existen rutas sencillas pensadas para ellos. En este sentido
os recomiendo la web http://www.senderitos.com/
en la que os presentan rutas, lugares con encanto y yacimientos de fósiles y
minerales especificando los kilómetros, la dificultad de la ruta y aquello que
la hace interesante. Para los aficionados al teatro, cada vez hay más obras,
musicales y guiñoles a los que pueden asistir niños a partir de un año, incluso
algunas pensadas para bebés, aunque éstas suelen estar sólo en las grandes
ciudades. Ya sé que no es en eso en lo que pensáis cuando os apetece un ratito
de ocio, pero si es el momento que compartís con vuestros hijos y sois
“alérgicos” al deporte, siempre os resultará más ameno y vuestro humor
repercutirá en ellos. Esto no quiere
decir que sólo debamos hacer lo que nos gusta a nosotros. Los niños necesitan
variedad así como desarrollar multitud de aptitudes. Pero, los ratos en el
parque, por ejemplo, se pueden limitar a montar una vez en cada uno de los
juegos cuando nos encontremos con uno, en lugar de pasar en él toda la tarde.
Por la noche quizá no nos apetezca
contarles un cuento, pero, en cambio, disfrutemos cantándole una canción. Y qué
decirles a las mamás. No veo recomendable dormir todas las noches a un niño de
4 años en brazos, pero me parece genial que uno pueda dormir a su bebé en
bracitos y ver cómo va cerrando poco a poco los ojos y se le tranquiliza la
respiración y se le relajan los músculos de la cara hasta tener una expresión
totalmente pacífica. Y a medida que vayan creciendo podemos limitar este rato a
la siesta, para ir acostumbrándole por la noche a dormirse en su camita. Y
después podemos permitirle que los viernes o los sábados, cuando al día
siguiente no tengan cole, que se queden dormiditos a nuestro lado en la cama,
con tal de advertirles que después les pasaremos en brazos a la suya. ¿Qué hay
de malo si a diario se duerme tranquilamente en su cama? Esto quiere decir que
ya tiene cogida la rutina del sueño y que simplemente nos permitimos a nosotros
mismos y a ellos un momento de disfrute y de cariño encantador.
Respecto a darle el pecho… creo que es algo maravilloso que nos ha
regalado la naturaleza y a lo que, deseando hacerlo, no tenemos por qué
renunciar. Es cierto que a veces surgen contratiempos insalvables y, recordad,
que he dicho deseando hacerlo. Debería ser un momento de conexión entre madre e
hijo, no un fastidio en ningún sentido. Para las que al principio sienten
dolor, he de decir que las matronas son nuestras grandes aliadas y que ellas
nos pueden enseñar la forma correcta de ofrecerle el pecho al bebé para que al
agarrarlo no nos haga daño. Como ayuda están las pezoneras. Y, si es
preocupante la ganancia de peso, podemos intentar sacarnos leche con el
sacaleches para completar las tomas; y en caso de que esto no baste
complementarlas con leche artificial, siempre después de darles el pecho o, de
lo contrario, si ya están llenos, no harán ningún esfuerzo por engancharse. No
sabía su efectividad, pero hace poco me comentaron que la cerveza, obviamente
sin alcohol, aumenta el caudal de leche. Digo esto porque uno nunca sabe de qué
fiarse de las mil cosas que se leen por ahí. En este caso me lo comentó
personalmente alguien que había tenido los problemas que os comentó y que,
gracias a su insistencia, ha conseguido que su hijo esté bien hermoso y ella
pueda disfrutar de la ternura de darle el pecho. Y me confirmó que desde que
empezó a tomar cerveza, sin alcohol, le había aumentado mucho la cantidad de
leche.
Y, dicho esto, os diré que mis hijos
están súper tensos, que llevan una temporada que incluso duermen mal y tienen
pesadilla y unas contestaciones que no son normales en ellos. Y, si miro desde
fuera y soy sincera conmigo misma, debo decir que coincide con el momento en el
que yo empecé a sentirme así. Lo que me hace confirmar que mis “pequeños
espejos” están, una vez más, reflejando lo que yo transmito. Y es que volver a
los horarios, separarme de ellos, tener que conducir, tener los uniformes y los
libros preparados… me supone bastante estrés que me agria el carácter. Pero
como soy una madre estupenda, he decidido que en esta semana de estrés previa
al colegio, si necesito un rato para escribir el post les puedo poner unos
dibujos porque llevan todo el verano en plena naturaleza; y que si necesito
darme un baño con un buen libro ahí está su padre que disfruta un montón
jugando con ellos un rato y no pasa nada; y que si necesito un tiempo para mí
les puedo decir que jueguen en su habitación (no es que vayan a aguantar más de
10 minutos, pero es un tiempito de tranquilidad que me merezco). Y que la
primera vez que coja el coche después de todo el verano sin tocarlo no sea para
ir al colegio, sino esta semana para pasármelo pipa con ellos en la piscina,
que la asociación de ideas funciona.
¿Qué he conseguido con esto? Pasar
uno de sus peores días sin gritos y sin continuos castigos. Porque hace un par
de días casi me sale una úlcera de tanta tensión acumulada, que empezamos el
día con lloros por no querer lavarse los dientes, tirando la comida, gritos
entre ellos… y en lugar de ir subiendo el tono, lo rebajé. Que no es nada
fácil, pero es que yo soy una madre increíble. Y después de 45 minutos, de
reloj, ayudándoles a recoger, habiendo terminado el pequeño y siendo la hora de
comer decidí que me sentaba con él a la mesa. Y, mientras la mayor, se tiraba
de sofá en sofá, llorando, pataleando y diciendo que estaba demasiado cansada
para recoger, en lugar de pegarle un grito, que, seamos sinceras, era lo que me
apetecía, le dije, mirándole y sonriéndole: “venga, campeona, que ya te queda
muy poquito y en cuanto acabes, comes y descansas”. El día transcurrió así y
cuando llegó la hora de la cena creí que me estallaba la cabeza de la jaqueca
que tenía. Ese era mi límite. Preparé unos sándwiches, les puse unos dibujos y
en cuanto acabaron de cenar y lavarse los dientes, les conté el cuento y les
canté hasta que se durmieron. Ni me gusta que coman delante de la tele ni cenar
después que ellos porque ya sabemos lo importantes que son las comidas en
familia, pero… me lo merecía, porque era la excepción, no la regla. Y después
de un día en el que me porté como una campeona y conseguí que sus histerismos
se redujesen hasta irse a la cama sin protestar y dormirse tranquilamente me
merecía un descanso, cenando un rico planto, en silencio, y acompañada por una
de mis series favoritas. Un momento de relax totalmente merecido para una mamá
increíble, que además es una mujer con sus propios gustos y necesidades.
Así que ya sabéis, alabaros con
osadía y permitiros algún capricho de vez en cuando que nuestra felicidad
repercutirá en el buen desarrollo de nuestros hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte tus opiniones con nosotros