lunes, 1 de septiembre de 2014

Museo de la Evolución Humana, Burgos



            Este fin de semana nos hemos acercado hasta Burgos. Nos queda un poco lejos, pero la excursión merece la pena. Hay tanto por ver que me parece que vamos a repetir unas cuantas veces. Salimos todos realmente enamorados de la ciudad.

            En esta ocasión visitamos el Museo de la Evolución Humana y nos entusiasmó. Habíamos oído que tenía muchas opciones para entretener a los niños, aunque estábamos algo recelosos porque, en este sentido, el Museo del Jurásico nos decepcionó un poco. Pero fue todo un acierto. Los menores de 8 años entran gratis. El coste para los adultos es de 6€ por persona. Y desde el propio Museo hay un autobús que os lleva a los Yacimientos de Atapuerca, pero se necesita reserva previa. Nosotros no lo sabíamos y cuando llegábamos se había agotado el cupo. Los lunes está cerrado y tienen distintos horarios según los meses y los días. Además, organizan varias actividades, como talleres para niños, por lo que os recomiendo que antes de ir visitéis su página web


Está realmente pensado incluso para los más pequeños. Daros cuenta que nosotros íbamos con un niño de 20 meses y una niña de 3.5 años. Con la entrada te dan un “mapa de los tesoros” con una ruta que tiene menos paradas que la visita habitual, aunque transcurre por el mismo sitio.


            Desde que hemos vuelto Silvia nos pide jugar a los exploradores, pero quiere unos prismáticos de verdad y pregunta por la indumentaria. Si tenéis por casa una gorra, una lupa y unos prismáticos, se lo podéis dar cuando tengan el mapa y seguro que se vuelven locos con la sorpresa añadida de ir disfrazados. Nosotros no sabíamos esto, pero el mapa lo cogieron ellos y lo llevaron durante toda la visita.

            Habíamos entrado de nones en el Museo porque no habíamos dormido bien ninguno y, como os digo, llevan unos días bastante revueltos. Pero lo cierto, es que cuando vimos el dibujo de dos pequeños exploradores en el mapa nos metimos tanto en el papel que hasta nos cambió el humor. En cada planta hay guías que te indican por dónde debes ir y cuál es el recorrido apropiado para los niños. Se empieza por la planta -1 en la que tenemos 3 paradas: una sala llena de huesos en la que hay que buscar los dientes de un hipopótamo, los de un macaco y los de un jaguar. Reconozco que no les llamó especialmente la atención, pero mal que bien nos dejaron verla. Y eso sí, estaban muy metidos en su papel de exploradores; bueno, Silvia, que Sergio aún no entiende qué es eso, y ella quería seguir buscando tesoros. La segunda sala ofrece un vídeo, que no pudimos ver, aunque aguantaron casi un minuto, jejejeje. Y en tercer lugar hay unas pantallas-lupa que nos permiten ver aumentados los huesecitos de unos recipientes llenos de tierra, como si fuésemos arqueólogos. Aquí si se entretuvieron un ratito y aprendieron una nueva palabra y una nueva profesión. Se pueden meter en un cubículo ambientado como una cueva y les encantó la sensación.

            La planta 0 fue la que más les gustó. Nos lo pasamos en grande en el barco en el que Darwin viajó alrededor del mundo, el Beagle. Al subir las escaleras nos encontramos con el extremo de un barco al que los niños se lanzaron disparados. Creíamos que no se podía entrar, pero al dar la vuelta… ¡sorpresa! Se presenta como partido por la mitad para que se pueda acceder al interior donde encontramos otro de los tesoros y la posibilidad de observar más de cerca cómo viajaban y cómo vivían. Increíble. Se quedaron asombrados. La de vueltas que dieron entrando y saliendo del barco. En la Galería de la Evolución podemos ver reproducciones a tamaño real de nuestros antepasados. Para ellos, eran como enormes muñecos y se entretuvieron un montón de rato, lo que nos permitió leer un poquito de información. Y por último, hay un cerebro de cables dentro del cual puedes entrar. Aparecen chispas y luces y Sergio se puso a bailar como en una discoteca y a saltar los haces de luz cuando llegaban al suelo; pasamos unas risas, la verdad.

De la primera planta lo que más les gustó fueron las pantallas de ordenador táctiles en las que hay juegos ambientados en la prehistoria. Son para mayores de 6 años, pero con un poquito de ayuda Silvia consiguió acertar algunas cosas como los alimentos que tomaban cada uno de los seres vivos que aparecen. Sergio estaba con un berrinche y se le pasó por completo. Obviamente él no sabía contestar a nada, pero eso de enredar en las pantallas táctiles… ¿a qué niño no le gusta?

Y, por último, subimos a la segunda planta, donde hay una pantalla gigante que nos muestra los diferentes ecosistemas. Los niños alucinaron porque los animales se veían de su tamaño. Vimos el vídeo entero y, si por ellos hubiese sido, nos habríamos quedado a verlo por segunda vez. Y a la salida de esta sala, tenemos una pequeña tienda con cuentos y algún juguetito ambientado en la prehistoria.



También tenemos máquinas de bebidas y aperitivos. Y desde la barandilla se puede ver toda la planta baja del Museo, que es realmente impresionante.



  
  




Para los que vayáis ahora, tenéis que saber que hay una exposición temporal en la planta baja que no requiere entrada a parte.



Y con la entrada del Museo podéis entrar también al Museo de Burgos, aunque nosotros ni lo intentamos. Gastamos nuestro tiempo aquí y después les tocaba elegir a los peques, que optaron por un parque, del que os hablaré en otro post, para que completéis el día.

Por ahora, os dejo, con un final perfecto para una excursión perfecta


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