martes, 12 de agosto de 2014

Al corro de la patata


                                                                                  Asturias, septiembre 2007
Al corro de la patata
Comeremos ensalada
Como comen los señores
Patatitas y limones
Achupé achupé
Sentadita me quedé

https://www.youtube.com/watch?v=JBtZ23q2wZo
           
           Hoy recuperamos una de aquellas canciones de la infancia con las que, como comentaba Marta, pasábamos grandes momentos en el patio del colegio a la hora del recreo. Ahora lo disfruto, de otra manera, con mis niños. A Sergio le encanta la parte de tirarse al suelo, hasta tal punto que el día que jugamos después se pasa ratos y ratos lanzándose de culete. Bendito pañal porque si no, lo tendría más que colorado, os lo aseguro. Es una maravilla ver su sonrisa de oreja a oreja, agarradito de la mano de su hermana, que le trata como si fuese lo más importante del mundo; y que, por más que me empeñe en que no le cuide, que sólo juegue con él, sigue sin hacerme caso y, de paso, me da lecciones y lecciones cada día.
            
          En una de esas tardes frustrantes, en las que después de una noche sin dormir, que lloran hasta con su comida favorita y que tiran absolutamente todo de las estanterías y no hay juego ni ayuda que les haga recoger… acabé cogiendo al pequeño de los hombros para sentarle delante de uno de los libros que había lanzado gritándole que lo pusiese de nuevo en la estantería. Se puso a llorar porque reconozcámoslo, cuanto más nos alteremos más lo hacen ellos; y como muy bien muestra el nuevo anuncio de IKEA los niños a quienes más imitan es a los padres; así que no podemos pretender que estén calmados si nosotros perdemos los estribos. Lo que no quiere decir que sea posible controlarse absolutamente siempre. ¿La lección de Silvia? Se acercó a su hermano, le cogió de las manitas y le dijo, “Sergio, cuando recojas eso te doy un besito, ¿vale?” Su hermano asintió con la cabeza y a mí se me cayó la cara de vergüenza. Por supuesto no lo recogió, pero se calmó de inmediato y, adentrándome en la adivinación, imagino que se volvió a sentir querido y tranquilo. Me gustaría decir que seguí su ejemplo, pero hay días que necesito las clases de yoga mucho, pero que mucho, mucho.

           
           Aún así, tener todos estos momentos en la cabeza y sacar tiempo para reflexionar sobre ellos ayuda, de verdad. Decidí que si yo no podía permanecer tranquila no le podía enseñar nada. Igual que nos dicen que en los momentos en los que los pequeños están cansados, tienen hambre o sueño no es posible que aprendan. Si nosotros estamos en ese estado… ¿Cómo vamos a ser capaces de enseñarles algo? Esperé al día siguiente. Con calma, y entre dos juegos, me senté en el suelo, junto a la estantería y se los fui pidiendo, como si continuásemos jugando: “ala, qué cuento más chulo! ¿Lo ponemos en la estantería?” Una vez que conseguí que pusiese el primero los demás vinieron solos, porque hay algo que le encanta oír y repetir: “más, más”. Así que esto era lo único que tenía que decir y ahí iban los demás.
           
           Jugad con vuestros hijos, evitad distracciones cuando estéis con ellos, como el teléfono móvil, porque son muy conscientes de cuándo se te van los ojos hacia algo que no son ellos. Escuchadles; si lo hacéis con atención, ellos os dirán casi todo lo que necesitáis oír.


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