viernes, 8 de agosto de 2014

Working hard is important. But there's something that matters even more...believing in yourself. Harry Potter


                                                                                                         Universal. Orlando. Septiembre 2010

Trabajar duro es importante. Pero hay algo que importa incluso más… creer en ti. Harry Potter

             Permitidme que hoy hable a través de un personaje de una de mis sagas favoritas. Estoy deseando que los peques tengan edad para leer los libros de este joven mago; y llevarlos a la Universal, para caminar por el callejón Diagon y entrar en el despacho de Dumbledore; y conocer con ellos los estudios de Londres donde se pueden visitar algunos de los escenarios de las películas. Me encanta su historia y cómo la cuenta J. K. Rowling, que me parece una gran escritora, que plasma, con una maravillosa literatura, la psicología de sus personajes.

            Creo que son unos libros estupendos para adolescentes donde, a pesar de las travesuras que se cuentan, se plasman valores importantísimos como la amistad, el coraje y algo fundamental, creer en uno mismo. A veces estamos tan ocupados enseñando a nuestros hijos a comer correctamente, a repasar las vocales… que se nos olvida que la personalidad se forma sobre todo en los primeros seis años de su vida y que es tarea nuestra ayudarles a ir en la dirección correcta. Un niño muy testarudo, del que nos solemos quejar con frases como “será cabezón”, puede, con un poco de ayuda ser el que “lo ha conseguido gracias a su persistencia”.

Sí, todas las cualidades se pueden expresar desde dos puntos de vista, el del vaso medio lleno o el del vaso medio vacío. Nadie dice que esto sea fácil, claro, pero… ¿es que acaso, en educación, algo lo es? Si es así, contádmelo, por favor porque cada peldaño que subo en mi labor como madre me parece aún más difícil que el anterior. Por suerte, el resultado es tan satisfactorio que merece la pena mil veces el esfuerzo. Y la forma de conseguirlo, es como siempre, fijándonos en nuestros hijos. ¿Qué padres no entienden perfectamente a sus retoños cuando dicen sus primeras palabras? Para ellos son tan obvias como si hubiesen recitado una poesía de Garcilaso. Pero saliendo del círculo más íntimo nadie más tiene ni idea de lo que dicen. Los sentimientos y los rasgos de la personalidad son un poco más difíciles de intuir, pero si nos esforzamos, no tengáis dudas, lo conseguiremos. Y cuando alguien llegue a deciros lo cabezón que es vuestro hijo, no tengáis ningún problema en responderles que el niño es persistente y que acaba consiguiendo lo que se propone. Si decís “lo que quiere” suena a niño caprichoso. ¿Habéis visto lo importante que son las palabras?

A veces no nos damos cuenta del daño que les podemos hacer a través de ellas. He oído muchas veces que los niños que no paran de oír lo malos que son, se comportan así sólo para cumplir con su rol. Me parece que no sólo tenemos que intentar evitar las comparaciones, sino también las etiquetas. Son muy listos. Y es cierto que son como esponjas, lo absorben todo, lo bueno pero también lo malo; por eso hay que tener cuidado no sólo con lo que se dice delante de ellos, sino con cómo se les habla y se les trata. A un niño testarudo al que se le tilda de “cabezón” y la respuesta paterna es un “porque sí” o “porque lo digo yo”, le estamos reforzando la idea de que siendo así se consigue lo que uno quiere. Si, en cambio, nos tomamos nuestro tiempo para explicarle las cosas, con el menor número de palabras posibles y de la forma más sencilla que se nos ocurra, le estaremos enseñando a razonar.

En casa siempre sorprende lo negociadora que es Silvia. Desde muy pequeña nos molestamos en razonar con ella. Recuerdo de pequeña aquella terrible frase “cuando seas padre comerás huevos”. Me sentaba tan mal como el no saber por qué sucedían las cosas. No hay que perder de vista que aunque sean muy listos son niños, que no se les puede contar todo y que a veces necesitan un castigo, un azote en el culo, la silla de pensar o un “porque no”; cada uno siguiendo su propia línea educativa. Pero ahora no estamos hablando de las excepciones y de los momentos extremos, sino del día a día. A un niño testarudo al que cuando se empeña en comer un helado antes de la comida se le explica que así no lo va a conseguir, pero que si se espera a tomar un poco del puré y medio filete de pescado se lo habrá ganado, se le está enseñando a conseguir sus objetivos cediendo un poco por el camino. Puede que le estemos ayudando a que el día de mañana sea una persona firme en sus convicciones, pero dispuesta a escuchar las ideas de los demás, que le pueden ayudar a alcanzar sus objetivos.

Lo mismo ocurre con cualquier otro rasgo de la personalidad, incluso con los socialmente aceptados. Silvia, para su edad, es increíblemente responsable y utiliza la palabra perdón demasiadas veces al día. Estamos intentando remediarlo. A todo el mundo le encanta, “qué mona…” es lo que más oímos. Pero un niño debe comportarse como tal y hacer cosas por las que merezca una reprimenda, como de vez en cuando dejar los zapatos fuera del zapatero o trepar un muro. Tiene que probar los límites para saber dónde están, vivir la vida que le corresponde, que ya tendrá tiempo para ser responsable. No estoy diciendo que me moleste que recoja o sea ordenada, pero quiero que viva como una niña. Por eso cada vez que alguien le dice que cuide de su hermano, con el que sólo se lleva 21 meses, se me ponen los pelos de punta. Y delante del que lo dice y delante de ella siempre digo lo mismo: “no, que del hermanito cuidan papá y mamá, ¿verdad? Silvia sólo juega con él”. En cuanto a lo del perdón… me encanta que sean educados, nuestro trabajo nos cuesta, pero también es necesario que tengan seguridad en sí mismos, como reza la cita de hoy, y no disculparse por todo.

Al margen de ser buenas personas, creo que esta cualidad, la confianza en uno mismo, es fundamental para conseguir cualquier objetivo en la vida. ¿Cuántas veces nos hemos oído decirles “aún no puedes hacer esto que eres muy pequeño”? ¿O nos hemos dejado llevar por las edades recomendadas para hacer un puzzle, usar la plastilina o jugar con una pelota? Hay que hacer caso de lo que pone en las cajas de los juguetes porque se pueden tragar las piezas pequeñas, pero si tú estás con ellos para vigilarlos…nos sorprenden cada día. Conozco un niño de 3 años que juega al pin pon de forma increíble, cuando yo siempre he creído que a esa edad no podrían ni sujetar la pala. Otro que comenzó a jugar con las piezas del ajedrez con dos años y con 7 está en torneos nacionales. Silvia hace desde que tiene año y medio puzzles de más de 3 años. Al principio me miraba con cara de “no entiendo nada”, cuando intentaba explicarle lo que era una esquina o la parte lisa de las piezas, pero ahora los hace como churros Y Sergio, a pesar de que todo el mundo me decía que al ser un niño notaríamos que empezaba a hacer las cosas más tarde que la niña, lo cierto es que la imita y avanza a un ritmo pasmoso.

Ellos hacen las cosas sin pensarlo porque “no saben que a su edad no las pueden hacer”. Tendemos a olvidar que las edades son recomendadas y que nos orientan en cuanto a qué años empiezan a hacer las cosas para que sepamos un poco a qué atenernos, pero que no debemos frenarles porque “aún no tienen edad para eso”. Lograr niños autosuficientes y, sobre todo, seguros de sí mismos es muy fácil de decir y muy difícil de ayudar a conseguir porque hay que dejar que se monten en la bici aunque se caigan. Porque hay que dejar que se separen de nuestro lado, aunque no les perdamos de vista. Porque hay que dejar que resuelvan los conflictos con los niños de su edad en el parque, aunque nos entren ganas de intervenir y decir lo que hay que hacer y lo que no. Porque tenemos que dejar que coman solos y aplaudir su intento aunque hayan tardado el doble y hayan tirado la mitad. Porque tenemos que quitarles el pañal en cuanto no lo quieran aunque eso supongo abastecernos con un buen surtido de ropa de interior y estar dispuesta a poner lavadoras diarias con sábanas. Y no lo olvidemos, aplaudir su intento de niño/a mayor y su logro de haberse hecho menos pises que el día anterior. Pero… ¿y su cara de felicidad el día que no se les escapa el pis? ¿Y nuestro sentimiento de orgullo por lo bien que lo ha hecho? Ser padres es la tarea más dura que conozco, pero también la más gratificante.

A los niños debemos decirles lo que hacen mal para que lo puedan corregir; pero no os olvidéis que también necesitan ver nuestras sonrisas de satisfacción, oírnos decir las cosas que hacen bien, nuestros aplausos y nuestras palabras de ánimo y orgullo: Campeón o campeona, bien hecho, estupendo, buen trabajo, qué mayor eres…

Ayudemos a formar niños con confianza en sí mismos para que sean capaces de superar obstáculos, de enfrentarse a los demás con el diálogo y de lograr sus objetivos. Me gustaría llegar a educar a mis hijos con tal autoconfianza que consigan convencerme de sus ideas cuando sean contrarias a las mías. Eso querrá decir que lo he hecho bien.

 


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